El filósofo e historiador francés Michel Foucault (1926-1984) a principios de la década de los 70 analizó las transformaciones de los mecanismos utilizados para gestionar la vida individual y social en occidente, por lo cual, desarrolló tres conceptos muy populares e influyentes en las ciencias sociales durante los últimos tiempos: Biopolítica, Biopoder y Gubernamentalidad.
En principio el pensador explicó que, durante la Edad Media, y hasta inicios del siglo XVIII aproximadamente, la gestión de las sociedades estaba sujeta al prototipo de la soberanía. En este paradigma, “el arte de gobernar” se centraba en la imagen de un soberano; cuyo poder principalmente se ejercía a través de la gestión de un territorio, teniendo para ello la autoridad de imponer leyes o castigos, así como de dar muerte a los habitantes de ese territorio cuando no acataran sus normas.
Posteriormente a partir del XVIII, con la llegada de las ideologías liberales de gobierno, entre otras cosas, la vida dejó de estar sometida a las decisiones de la figura del soberano, pasando a ser el centro de la gestión política de una nueva autoridad: el Estado. El viejo derecho del soberano medieval fue remplazado por esta nueva gestión, cuyo propósito ya no se centra en sustraer el elemento de la vida de la población, sino en un poder que administra la vida, la produce, regula y la hace eficiente. Este autor indica que en este siglo se inició la llamada medicina social, por lo cual la salud y las enfermedades se vuelven competencia del poder político, constituyendo además una de las herramientas a través de las cuales los gobernantes ejercen mayor control sobre los gobernados, a esto le llamo biopolítica, es decir “la forma en que… se han intentado racionalizar los problemas que planteaban a la práctica gubernamental, fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, razas, etc.”
Es así que en el año 1975 publica su obra “Vigilar y castigar” uno de los libros más influyentes del siglo XX, llegando a convertirse en un clásico del pensamiento político, sociológico y filosófico de la época. Según este pensador las enfermedades no solo constituyen fenómenos biológicos de afectación individual, sino también “problemas económicos y políticos que se plantean en las colectividades”.
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En el texto se hace referencia a un reglamento adoptado en una ciudad francesa de fines del siglo XVIII, donde se prevén una serie de medidas a tomar bajo la eventualidad de una peste. Entre otras se menciona: “que la calle queda bajo la autoridad de un síndico, que la vigila”; que “se ordena a cada uno que se encierre en su casa, con la prohibición de salir”; que “cada familia habrá acumulado sus provisiones”; que “cuando es absolutamente preciso salir de las casas, se hace por turno, y evitando todo encuentro”. Así, “no circulan por las calles más que los intendentes, los síndicos, los soldados de la guardia, y también entre las casas infectadas, de un cadáver a otro, los ‘cuervos’ que es indiferente abandonar a la muerte”. En semejante circunstancia, «la inspección funciona sin cesar. La mirada está por doquier en movimiento”, llevando un exhaustivo proceso de registro permanente. Foucault usa este ejemplo para demostrar cómo un período de crisis de este tipo sirve para poner en práctica e instalar definitivamente una nueva forma de poder: el poder disciplinario y biopolítico. Este poder individualiza, enumera, hace estadística, ordena en el espacio, determina límites físicos e intelectuales y establece rangos de acceso al conocimiento y, por tanto, también a la toma de decisiones. A esta teoría se debe el conocido dicho de que “‘el conocimiento es poder”.
Históricamente el derecho y la economía, han sido las dos ciencias sobre las que se ha cimentado el oficio de gobernar, de ellas emanan las fuentes para ordenar la vida social, atender las necesidades de la población en su existir societario, y a la vez las regulaciones necesarias para el ejercicio de las autoridades que los conducen.
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Cuidar la vida, la seguridad humana, la salud, la vejez son aspectos que sin duda tienen, un dominante componente económico, y por tanto las sociedades deben producir los recursos materiales, legales y financieros capaces de atender esas necesidades, además de otros elementos de orden cultural, éticos y políticos, que inciden sustancialmente en el desarrollo de la vida en general. Es aquí donde el concepto de la biopolítica toma nuevamente un rol protagónico a nivel global, en caso de que las políticas públicas no sean eficaces y adecuadas, habrá consecuencias en la gobernabilidad de la sociedad en todas las esferas de la comunidad humana.
El fenómeno del coronavirus ubica a la biología, la ecología y a la medicina en primera fila, dándoles un rol preponderante en el poder de la gestión de gobierno, y en la preservación del bien común. El estado tiene un rol, una responsabilidad para intervenir, negociar y administrar las tareas y los recursos necesarios para lograr la superación de la crisis.
Después de la globalización del virus, nadie duda de la necesidad del Estado, el debate radica en cuáles y qué sistemas de gobierno fueron o siguen siendo más eficaces en el manejo integral de la pandemia. Cuáles actuaron o están actuando con responsabilidad, eficacia, honestidad y transparencia y cuáles se aprovechan de la tragedia mundial para tratar de ocultar los objetivos de la dominación y a la vez esconder sus limitaciones, desigualdades, corrupción y precariedades.
Súmate al esfuerzo por controlar esta emergencia sanitaria, el Perú está en nuestras manos, sigamos las recomendaciones de nuestro Gobierno, quédate en casa”
Escrito por: Abg. Jessica Navarro